
Una propuesta de Eugenio Castro
Lo
que aquí llamamos deseo se define como una apelación
a las potencias de lo posible, al "principio esperanza".
Convenimos, de este modo, que lo que así denominamos conduce
una corriente afirmativa que, desde el mismo momento en que se
formula, empieza a participar de las tribulaciones del hombre,
actualizándola y activándola.
El deseo así contemplado desplaza una cualidad política
elemental, pues el deseo es comunidad. No obstante, su verdadero
desencadenamiento se produce, de modo original, en un solo ser.
En este sentido, el deseo se afirma como principio de singularidad.
Ambas dimensiones, la individual y la colectiva, establecen una
relación dialéctica desde el mismo momento en que
se enuncian, y son abordadas, con toda la modestia que se quiera,
pero con firmeza, en esta propuesta que apela al erotismo, el
humor, el sueño despierto o la fábula visual como
instancias en las que el deseo es representado como corriente
de libertad de acción y de imaginación.
Los artistas seleccionados son: Mireia Sentís (Barcelona,
1947), Luis Jaime Martínez del Río (Nava
del Rey, Valladolid, 1946), Fernando Baena (Fernán
Núñez, Córdoba, 1962) y Carmen García
Bartolomé (Madrid, 1971).
- FERNANDO
BAENA nos propone algo así como una
bellísima fábula de lo posible narrada con absoluta
mudez, al invitar a un cierto número de personas a que
pidan un deseo frente a la cámara durante treinta segundos,
aproximadamente, y en completo silencio.
Nunca sabremos, por lo tanto, lo que estas personas han solicitado,
puesto que con el pudor necesario a que obliga el acto, Fernando
Baena no pide que sea revelado, manteniendo su fidelidad hacia
el mismo y hacia su solicitante (y posiblemente hacia sí
mismo, pues realiza una negación contundente del exhibicionismo,
indistintamente del dolor o de la alegría, de la carencia
o de la dignidad).
Con gran sobriedad, y mostrando total empatía con sus invitados,
recuerda cómo en cada ser aflora la universalidad del sueño
despierto, el principio esperanza enunciado por Ernst Bloch.
"Vídeo del deseo" (2002-3) titula su pieza, realizada
con esa economía expresiva y con esa precisión conceptual
que caracteriza el obrar de Baena, en quien coinciden la intuición
del poeta y la deducción del lógico.
- MIREIA
SENTÍS presenta tres piezas fotográficas
pertenecientes a su serie "Máxima audiencia"
(1982). Por una parte, en estas fotografías se alude, con
el candor de la época, a una extraña fascinación
de la apariencia, según ésta emanaba de la pantalla
televisiva, ya entonces con sus emisiones pervertidoras, y, sin
embargo, asistida todavía por una cierta bondad (la de
su relativa novedad). En efecto, a tenor de lo que contemplamos
en estas fotografías, el carácter pornográfico
que hoy produce y expande ese electrodoméstico, y que se
ha vuelto paroxístico y demencial, no asoma en esta imágenes.
Por otro lado, sobre esta herramienta se eleva un cuerpo físico
femenino deseable, real, que en un juego que no oculta su candidez,
pero tampoco su propia perversión, se complace en una lúdica
inversión de esa apariencia, desactivando la parálisis
que suscita su hipnótica radiación mediante la activación
de un voyeurismo tan primitivo -y por eso tan eficaz- como el
que incita un cuerpo de mujer desnudo.
A su vez, la imagen que emiten estas pantallas es el rostro de
ciertas celebridades y/o personajes populares españolas
de la época. O de ciertas instituciones militares españolas
(otro tipo de rostro) en las que supuestamente se encarnan el
valor y la hombría. En todos los casos, aquí se
representa también la apariencia del discurso, en cuya
sofisticación se encontraría su propia erótica,
todo lo burda que sea.
Bien, pues ese cuerpo físico, real, desnudo se autosatisface
adorablemente, y con la gracia de la trivialidad, en perturbar
ese discurso desdoblado de la falsedad, destinando su cándida
burla en esos famosos que lo representan bajo el disfraz de la
solemnidad, el orden, la rectitud, la comunicación masiva,
en suma el discurso de la autoridad.
El resultado es una caricatura seguramente ingenua, pero coherente
con el propósito de estas fotografías: activar el
deseo de unas celebridades humanas y cortocircuitar su discurso
(y el discurso de la otra celebridad, la mediática), destacando
en su rostro la mueca libidinosa del cómico y del patético.
- LUIS
JAIME MARTÍNEZ DEL RÍO aporta
una sola pieza que ha titulado "La novia" (2004-5),
impresionante en tu total conformación. El escultor construye
un "engendro" que trae hasta nuestro tiempo la imagen
de "La novia de Frankenstein", si bien es cierto que
parece cruzarse con la diva del "Quinto elemento", siendo
ésta la que adquiere mayor presencia, al mostrar unos rasgos
donde lo alienígena, lo orgánico y lo industrial
se mezclan con el "naturalismo" del ciborg. Monstruo
del futuro para relatarnos una "erótica" del
presente cada vez más cibernética, esto es, cada
día más virtual, al menos en sus nuevas representaciones.
Y sin embargo, no dejamos de contemplar a este ser como a algo
reprimido que retorna, como a la presencia de un inconsciente
que lleva a una articulación de la feminidad lo suficientemente
ambigua como para avistar, incluso en su construcción mecánica,
el atavismo irreductible de un deseo que rompe la más sofisticada,
literalmente hablando, vestimenta con que se le reviste, a la
vez que se ofrece.
- CARMEN
GARCÍA BARTOLOMÉ. El "retablo"
que crea nuestra artista (realizado directamente sobre una de
las paredes del espacio expositivo) compuesto por dibujo, pintura
y objetos, muestra con todas las razones que otorgan el mundo
de abajo y el mundo de la vigilia, y sobreponiéndose a
las prescripciones de la normalidad y el juicio racional, los
poderes que llevan a la conformación de una realidad, propia,
que no sólo está en la "realidad" , sino
que enaltece lo que así llamamos con su principio ilusionante.
Paradójicamente o no, la creación de nuestra artista
se inspira, en su propias palabras, en el mundo real, puesto que
ciertos sucesos trágicos y felices, pesadillescos y absurdos
venidos de éste le valen para interpretarlos desde una
óptica tan delirante como humorística, tan imaginativa
como grotesca, tan candorosa como perversa. Con ellos organiza
un relato visual cuya libertad imaginativa construye la metáfora
de su propio acontecer. Ahora bien, es preciso decir que su representación,
conforme a los adjetivos empleados, cae decididamente del lado
onírico, que, no lo olvidemos, sigue siendo una manifestación
de lo real.
Destaca, así, la capacidad de la artista para debilitar,
según su ensueño, lo antinómico, conjugando
un diálogo particularmente fecundo entre los contrarios,
al hacerles perder los contornos que les compartimentan.